Por Diego Luis García
Corozal, Sucre
Perfil breve: Joven activista, estudiante Universitario miembro de la plataforma municipal de juventud de Corozal y líder del grupo de Diálogos por Colombia.
Título: Metáfora sobre la juventud
Hoy luego de un cúmulo de reflexiones acerca del porqué de las cosas, entendí la realidad que nos embarga como pueblo, un problema que nos asecha en Colombia y Latinoamérica, y que hoy en día es el factor preponderante en una comunidad joven, que si bien se está despertando, todavía sigue sumida en este hueco profundo que viene de generación en generación y que hoy en día me atrevo a ilustrar con lo que para mí es la historia del "palo de mango".
Resulta y pasa que había un hombre que en el patio de su casa tenía uno de estos árboles de mango inmensos, de esos que vieron a múltiples generaciones crecer y que entre más viejos se ponen parece que dieran mas frutos. En época de bonanza, cuando aquel árbol estaba cargado de mangos, resultaba insignificante para aquel señor y su familia el hecho de tener tan grande árbol, miraban con desinterés como el fruto se perdía en el piso, ya que les resultaba cómodo y fácil comerse un mango cuando quisieran, daba igual que el resto se perdiera porque hasta aburridos del fruto estaban. Resulta que el mismo señor veía como en su calle ninguno de sus vecinos tenía un árbol que diera frutos, y de hecho, por lo que se oía en las calles, el señor de la esquina tenía una mala situación económica y muchas veces sus hijos y él se acostaban sin comer, pero el señor del gran árbol de mangos al no ser su problema, no le veía sentido ayudar o aportar en algo.
Se confabulan en aquella historia entonces, los dos factores que hoy en día aún nos tienen en el atraso y el letargo. Además que como jóvenes nos siguen afectado: el desinterés y la falta de sentido de pertenencia. Podemos analizar cómo nos resulta fácil la comodidad, cómo nos resulta fácil ser conformistas con lo poco o mucho que tenemos y cómo nos desinteresa incidir en los proceso de cambio para lograr una transformación que ayude a todos, simplemente porque me encuentro bien.
Partiendo de ahí es que no cumplimos con compromisos como el voto y que nos da igual lo que no suceda en nuestro alrededor. Pero eso si, a la hora de quejarnos somos los primeros. Carecemos de un sentido de pertenecía increíble, no sentimos el barrio, la comunidad y el bienestar colectivo como nuestro; porque como yo “estoy bien”.
No sentimos nuestro al emprendedor, no apoyamos a lo local, criticamos destructivamente y vivimos justificado nuestra falta de sentido de pertenecía con dichos como “nadie es profeta en su propia tierra”.
Mi humilde invitación como jóvenes y comunidad es que no seamos como el señor de aquel árbol de mangos sino que seamos de esas personas que se interesan por lo que sucede en sus territorios de aquellos que se instruyen, cumplen con sus deberes colectivos y que más allá de su comodidad velan por aquellos que sienten suyos y no se quedan observando con desinterés como los mangos se van pudriendo en el suelo una y otra vez tras cada cosecha.
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